Sunday 20 January 2008

Giorgio: el hallazgo de la mirada

-Exposiciones en Colombia, México, Cuba, Holanda, Estados Unidos, Republica Dominicana, Francia, Alemania y Japón. Algunos premios:
-Premio Nacional de Periodismo de la Unión de Periodistas de Cuba (1995 y 1996)
-World Press Photo (2004)
-Primer Premio del Festival Aella Foto Latina en París (2005)
-Premio Foto Prensa México en las Bienales de Fotoperiodismo 2003 y 2005
-Premio Estatal de periodismo Emisario (2003)
-Premio Especial de niñez trabajadora. Concurso Internacional de Fotografía Documental. Medellín,Colombia(2007).
-Desde hace doce años combina su labor artística con el periodismo gráfico. Actualmente es fotógrafo de la Gaceta Universitaria y del Periódico Público Milenio en Guadalajara, México.





En una ocasión, Eliseo Alberto Diego, al comentar la obra de dos jóvenes fotógrafos cubanos, recordó un artículo de Néstor Almendros que dividía a quienes se dedican a ese arte en dos grupos: los interesados en el objeto como centro de exposición, y aquellos cuyo eje es el lente o el sujeto que capta la imagen.


Pero –preguntaba Almendros-, ¿qué hay entre esos extremos? Y respondía: la mirada.


Giorgio –Jorge López Viera, La Habana, 1972- ha tenido el raro privilegio de encontrar la mirada, pero no como mero acto de encuadrar imágenes, calibrar luces o captar momentos únicos para la gran foto.


Lo ha logrado en suma de maestría estética y vocación humanista tomada de la tradición cubana, sobre todo de la eclosión gráfica en los años álgidos de la Revolución y el reportaje social de décadas más recientes.


En ese sentido, ejerce y comunica un espíritu crítico que le coloca en el bando de las voces alternativas.


En estos tiempos, cuando hay tanto de apuro maquinal en el hombre y mirarse a los ojos es rareza –muchos prefieren la TV o el display de su PC-, la obra de Giorgio nos obliga a recuperar ese instinto.


Muchos piden a sus retratados que miren al lente mientras sus ojos profesionales se concentran en los detalles del entorno. Presiento que Giorgio, sin perder de vista todo cuanto pueda caber en su lente, hace el clic mirando a los ojos de su fotografiado.


Como documentos, como rotundas miradas que nos descubren, sus imágenes duelen; como creación, nos envuelven en un torbellino de perspectivas, claroscuros, transparencias y asociaciones entre objetos que desata polisemias y abre el espacio infinito de la poesía.


Entre los fotógrafos cubanos de los ´60 y Giorgio hay un puente común: Cuba y la Revolución, que desde 1959 ha definido la dimensión material y etérea de la Isla.


Pero aquellos tuvieron la efervescencia, una realidad joven donde la visión del cambio era clara y miraba al futuro, con el empuje de todo un pueblo que, en el huracán renovador, se planteaba definiciones y no contradicciones.






En cambio, Giorgio nació a la fotografía justo en los ´90: caída de la URSS, Período Especial en Cuba, crisis de paradigmas...


Un aguacero que deshizo cauces y barrió pátinas: comenzamos a ver lo que antes no vimos, las contradicciones rompieron todo curso ordenado y el horizonte ya no fue la línea uniforme y despejada de antes.


La obra de Giorgio, sin duda, está marcada por esa nueva reflexión que trajo a los cubanos la Isla entrando en las aguas del XXI con las velas maltrechas.


En todas partes

Sin embargo, me niego a politizarla en extremo, a estrechar una mirada que es ecuménica y no responde a límites geográficos.


El calvario humano desborda el concepto de país.


En la cubana Ciénaga de Zapata, en las calles de La Habana o en el sufrido Chiapas mexicano, el objetivo de Giorgio es el Hombre y su compromiso es con los más humildes, los malaventurados, esos que pueden encontrarse, con disímiles circunstancias, en cualquier punto de la geografía terrestre.


Pero no aparece la masa homogénea y sin rostro en su obra: sus instantáneas tienen cara y cuentan historias personales que, hiladas, llevan a la tragedia colectiva.


En una entrevista concedida en París a pocos días de su muerte, en mayo del 2001, Alberto Díaz afirmaba: “Un fotógrafo no se hace; un fotógrafo nace, aunque necesite de alguien que le enseñe aquello que por sí solo no puede aprender".


Cada vez que miro con gozo una foto de Giorgio, le doy la razón al gran Korda.


Pero no creo que Giorgio fuera el niño ensimismado y predestinado a la fotografía que ciertos biógrafos predecibles se verían tentados a concebir.


Tenía, sí, la semilla dentro, pero no fue el suyo un germinar despacioso y preñado de premoniciones; sucedió, más bien, como una revelación del azar.


Un buen día, su madre, la entrañable señora Iris, lo llevó a trabajar consigo al diario cubano Granma.


Así cayó –de fly, como decimos los cubanos-, en un laboratorio donde dos años le dieron la maestría en el cuarto oscuro y su curiosidad bebió cada detalle valioso de cuanto revelaba e imprimía.


Luego, otro buen día, tuvo su primera cámara entre manos, hizo su primera foto y ya no paró de imaginar, soñar, crear y encontrar imágenes.


Puro azar o magistral jugada del destino: si Iris no lo hubiera colocado en Granma, quizá en un intento de controlar sus desafueros juveniles, hoy Jorge López no sería el Giorgio Viera para quien la cámara es ya una prolongación memoriosa de su anatomía.


Nosotros, lamentablemente, no tendríamos su obra, cuya fuerza y frescura anuncian un camino largo e intenso de hallazgos y reveladoras miradas.




1 comment:

Unknown said...

I speak espanish, i'sorry!!!

Si buena es la fotografía del joven Giorgio, el comentario del autor de "Giorgio: el hallago de la mirada", es genial.

Suerte Deny!!!